Lucrecia:
Los soldados romanos se reunieron para hacer apuestas sobre cuál era la mujer más virtuosa. Esa misma noche, un soldado salió en busca de esa mujer y fue de casa en casa para poder encontrarla. Cuando entraba en estas casas se encontraba a las mujeres haciendo lo que no debían. Hasta que llego a casa de Lucrecia, y se la encontró frente a la chimenea cosiendo. Más tarde, cuando llegó al campamento, le comunicó a los romanos que ésta era esa mujer. La noche siguiente Tarquinio se acercó a casa de Lucrecia, ella lo acogió por una noche y le dio de cenar, cuando terminaron Lucrecia se retiró hacia su habitación pensando que Tarquinio haría lo mismo y se acostaría en la que Lucrecia le había ofrecido, pero él se fue a la habitación de Lucrecia con espada en mano, y le dijo: “TACE LUCRETIA TACE SEX. TARQUINIUS SUM FERRUM IN MANU EST MORIERIS SI EMISERIS VOCEM”. Entonces la violó y se fue. Al día siguiente Lucrecia llamó a su padre y a su esposo y les contó lo sucedido, instantes después sacó una daga que llevaba escondida y se la clavó en el pecho.
Leda y el cisne:
Leda, esposa de Tindareo de Esparta, era otra de las amantes humanas de Zeus. Cuando caminaba junto al río Eurotas, fue violada por Zeus, disfrazado de cisne. Como consecuencia, puso dos huevos de los cuales nacieron cuatro hijos: Jelena, Clitemestra, Cástor y Pólux, aunque solo Helena y Pólux son considerados hijos de Zeus. Leda luego es divinizada por Némesis, la diosa del castigo justo. En las versiones más antiguas, Leda simplemente encuentra un huevo en donde está el germen de Helena, hija de Zeus y Némesis. En ese relato, Némesis trata de escapar de Zeus mediante la metamorfosis, convirtiéndose en distintos animales para poder escapar del dios. Pero Zeus hace exactamente lo mismo y compensando cada cambio con el suyo propio, hasta que finalmente ella se convierte en una oca y él la viola en forma de cisne. Pone luego el huevo en un pantano en donde lo encuentra Leda.
Ulises y las sirenas:
Las sirenas son personajes mitológicos cuyo canto embrujador llevaba a los marinos a su perdición. Los métodos de seducción de las sirenas variaban de un relato a otro, pero todas ejercían la misma atracción sin parangón sobre los navegantes.
El primer testimonio acerca de la aparición de sirenas se remonta a La Odisea de Homero, que relata las aventuras tumultuosas del héroe griego Ulises, durante su largo viaje de regreso a Ítaca, después de la guerra de Troya: las sirenas de la época no son esos seres mitad mujer, mitad pez, que las leyendas más modernas retuvieron, sino unas aves con cabeza y pecho de mujer.
El primer testimonio acerca de la aparición de sirenas se remonta a La Odisea de Homero, que relata las aventuras tumultuosas del héroe griego Ulises, durante su largo viaje de regreso a Ítaca, después de la guerra de Troya: las sirenas de la época no son esos seres mitad mujer, mitad pez, que las leyendas más modernas retuvieron, sino unas aves con cabeza y pecho de mujer.
En la mitología griega, las sirenas viven en una isla del Mediterráneo. Su canto es tan bello que los marinos que las escuchan no pueden resistírseles y arrojan sus naves contra los arrecifes. Los sobrevivientes son asesinados sin piedad. Cuando Ulises abandona la morada de la hechicera Circe, sabe que debe pasar cerca de la isla de las sirenas. Siguiendo los consejos de la hechicera, el astuto héroe recurre a una estratagema que le permitirá oír y no obstante salvar la nave y a sus compañeros.
Tapa los oídos de sus hombres con cera después de haberles pedido ser sólidamente atado al mástil. Así podrá saciar su curiosidad escuchando el canto de las sirenas, sin ceder a su encantamiento. Este canto se revela melodioso y desgarrador, y está colmado de bellas promesas. Ulises les grita a sus compañeros que lo desaten, pero por supuesto éstos permanecen sordos a sus gritos. Finalmente, el barco pasa y los héroes escapan al funesto destino de tantos otros marinos.
Tapa los oídos de sus hombres con cera después de haberles pedido ser sólidamente atado al mástil. Así podrá saciar su curiosidad escuchando el canto de las sirenas, sin ceder a su encantamiento. Este canto se revela melodioso y desgarrador, y está colmado de bellas promesas. Ulises les grita a sus compañeros que lo desaten, pero por supuesto éstos permanecen sordos a sus gritos. Finalmente, el barco pasa y los héroes escapan al funesto destino de tantos otros marinos.
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